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Las elecciones parlamentarias y su significado
Las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre (6D) en Venezuela registraron el revés electoral más importante del chavismo desde su llegada en 1998. La pregunta central que arroja el resultado es si esa derrota se basa en una ruptura estructural del electorado con el chavismo, o si se trata de un alejamiento coyuntural y momentáneo, consecuencia de la crisis económica que atraviesa el país.
Antecedentes a la victoria opositora en las parlamentarias 2015 se registraron en las elecciones de 2007 y 2010, ambas caracterizadas por tres factores comunes. En primer lugar, se trataba de elecciones en las que el liderazgo del expresidente Hugo Chávez no estaba en juego; en el año 2007 se trataba de una reforma radical a la Constitución y en 2010 de la Asamblea Nacional. En segundo lugar, ambas elecciones se caracterizaron por una disminución importante de la participación electoral, proporcional, por cierto, a la disminución del voto chavista. Finalmente, ambos procesos fueron sucedidos por elecciones que colocaron de nuevo en el centro de las votaciones a Chávez: al de 2007 le sucedió la reforma de 2009, cuyo objetivo principal era permitir la reelección indefinida de Chávez; y al de 2010 la elección presidencial de 2012.
En ambos casos, el retorno de Chávez como protagonista del escenario electoral ayudó a aumentar tanto la participación electoral como la cantidad de votos oficialistas. El Gráfico 1 muestra claramente esta relación entre abstención y votación chavista, ambas variables signadas por una gran volatilidad, inversamente proporcional. En otras palabras, los momentos de mayor votación chavista han sido también los de menor abstención, y viceversa. Las tres cimas más altas de votación chavista (y menor abstención) son las elecciones presidenciales de 2006 y 2012, y el referéndum de reforma constitucional de 2009.
Por su parte, el voto opositor mantiene desde 1998 una tendencia ascendente ininterrumpida, independiente tanto del comportamiento de la abstención como del tipo de elección de que se trate.
En las elecciones parlamentarias del 6D, los esfuerzos del chavismo por colocar en el centro de la campaña la imagen de Hugo Chávez (“Nosotros con Chávez”, “El 6D otra vez gana Chávez”, “Lealtad al legado de Chávez” serían lemas que se repetirían durante toda la campaña del Partido Socialista Unido de Venezuela –PSUV) no surtieron el efecto deseado.
Se puede decir que tres comportamientos que, juntos, configuraron la victoria opositora por una ventaja de casi 2 millones de votos: (a) aumento de abstención; (b) aumento de votos nulos; y (c) cambio en las preferencias electorales
La abstención aumentó respecto a las elecciones presidenciales de 2013, pero no de manera homogénea. Los mayores incrementos se registraron en zonas de dominio chavista (más de 55% de los votos tradicionalmente), caracterizadas por clases socioeconómicas más bajas, poblaciones más pequeñas y áreas rurales. Este comportamiento se observó también en los votos nulos (ver Tabla 1).
En esos mismos lugares la oposición logró un crecimiento sin precedentes en los últimos años, que sigue el clásico proceso de modernización “del centro a la periferia” (ver Gráfico 2A). En el período 1998-2006, el mayor crecimiento de la oposición se localizó en las grandes ciudades de Venezuela, mientras que en las zonas más rurales del país tuvo un rendimiento mucho menor e incluso decreció.
En un segundo período, entre 2006 y 2010, la oposición aumenta su tasa de crecimiento en las ciudades más pequeñas y en los pueblos grandes, pero no logra penetrar las poblaciones más rurales. Finalmente, en el período de cinco años que cierra con las elecciones parlamentarias de 2015, la oposición registra un crecimiento inverso al del período inicial, con una gran penetración en las zonas más rurales del país, registrando un aumento de su votación mayor al experimentado en cualquier zona y período anterior, arrebatándole al chavismo muchos de sus bastiones.
Por su parte, el chavismo desde su inicio se caracterizó por una penetración mayor en las zonas rurales y pequeños poblados, y significativamente menor en las ciudades (ver Gráfico 2B). En un segundo período, su tasa de crecimiento tendería a disminuir, principalmente en las zonas mas urbanas, pero también en menor grado en las rurales. Finalmente, en el tercer período muestra un claro estancamiento.
Estos datos muestran claramente que los resultados electorales del 6D en Venezuela no son expresión exclusiva del malestar social por el deterioro de la calidad de vida experimentado a partir de 2013 (cuando la crisis económica, consecuencia de un modelo dependiente de la renta petrolera, se hizo tangible entre todos los venezolanos). Aunque es cierto que la crisis económica ha empeorado en los últimos meses y años, llevando a muchos ciudadanos a optar por el “voto castigo”, los datos revelan la fragilidad de un movimiento político dependiente y atado al destino de una única figura: Hugo Chávez.
Escenarios postelectorales
Los escenarios postelectorales están signados por dos variables fundamentales: el devenir de la alianza opositora y de la alianza chavista. Y ambas son continuamente puestas a prueba.
Los retos dentro de la oposición
La alianza opositora – Mesa de la Unidad Democrática (MUD) – obtuvo un 59% de los votos en las elecciones parlamentarias del 6D, lo cual le adjudicó las 2/3 partes de los diputados (112/167) en la Asamblea Nacional (AN). Esta “mayoría calificada” es la más determinante que se puede lograr, asegurándole un control absoluto del poder legislativo.
Uno de los principales desafíos para la oposición en esta nueva etapa va a ser la relación MUD – AN. Antes del 6D, la MUD tenía una agenda y objetivos comunes, siendo el principal de ellos la victoria en las elecciones parlamentarias. Sin embargo, los partidos se mantenían operando de manera relativamente independiente.
La dinámica ahora cambia. Los diputados opositores que integran la AN y representan el voto popular ahora tienen poder real y tangible dentro del estado venezolano. Para poder legislar, estos diputados tendrán que poner las agendas individuales de lado para construir consensos y tomar decisiones en conjunto. Esto implica sacrificar posturas ideológicas, aceptar decisiones por el bien de la unidad aun cuando vayan en contra de intereses personales o partidistas y, más importante aún, pensar en el mejor camino posible para el país.
La victoria del 6D le ha dado un protagonismo notorio a los cuatros partidos principales de oposición: Primero Justicia (PJ), Acción Democrática (AD), Un Nuevo Tiempo (UNT) y Voluntad Popular (VP), conocidos como el G4 (ver Tabla 2).
Más allá de los partidos, algunos líderes individuales elegidos a la AN han aumentado su nivel de popularidad, específicamente Julio Borges (PJ), Enrique Márquez (UNT), Freddy Guevara (VP) y, quizás más notoriamente tras haber asumido la presidencia de la AN, Henry Ramos Allup (AD). Estas figuras se suman a algunos de los liderazgos opositores más prominentes de los últimos años – notablemente Leopoldo López (VP), Henrique Capriles Radonski (PJ) y Manuel Rosales (UNT) – quienes siguen teniendo posiciones emblemáticas dentro de sus partidos. Esto sugiere que la coordinación de la oposición tiene que ocurrir no solo entre partidos, sino también dentro de los partidos.
Adicionalmente, destacan otros actores de la oposición que han asumido roles de liderazgo considerables en los últimos años. Por un lado se encuentra María Corina Machado (Vente Venezuela, VV), quien luego del experimento de La Salida, liderado junto a Leopoldo López y Antonio Ledezma, ha llevado a cabo su propia agenda y está decidida a seguir fortaleciendo su presencia, afirmando recientemente que quiere ser “la primera mujer Presidente de Venezuela”. Por su parte, Liborio Guarulla (Movimiento Progresista de Venezuela, MPV), actual gobernador de Amazonas, y Henri Falcón (Avanzada Progresista, AP), actual gobernador de Lara, también se han posicionado como aliados importantes de la MUD. Ambos provenientes del chavismo, hoy en día gobiernan dos de los tres estados que pertenecen a la alianza de la MUD (junto con Capriles en Miranda). Finalmente, vale la pena resaltar el liderazgo de Jesús “Chúo” Torrealba, quien ha cumplido la función de secretario de la MUD desde septiembre de 2014, convirtiéndose en una figura clave de los logros opositores en el último año y medio.
En medio de este escenario de diverso, profuso y fértil liderazgo opositor, surgen varias preguntas: ¿Cómo se van a definir las prioridades legislativas? ¿Tiene más peso la voz del presidente de la AN o la presencia colectiva de PJ, el partido que obtuvo más diputados opositores? Antes del 6D, el objetivo común estaba claro: que la MUD obtenga la mayor cantidad de diputados posible. En otras palabras, la meta era derrotar al PSUV. Una vez logrado ese objetivo, ¿cuáles serán las prioridades de la alianza opositora?, ¿cuál es la agenda actual de la MUD?, ¿se mantendrá la unidad de cara a nuevos retos electorales para gobernaciones, alcaldías y, posiblemente, para la presidencia.
Posibles rupturas en el oficialismo
Los resultados del 6D representaron la mayor derrota electoral para el chavismo en los últimos 17 años. Más allá de la evidente crisis económica que motivó el “voto castigo”, una de las causas de la victoria opositora (o derrota oficialista) fue la creciente división que se ha desatado dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Uno puede evaluar esta división desde tres puntos de vista: frente a la crisis económica, frente a los procesos electorales y frente al ejecutivo nacional.
Desde el punto de vista económico, un claro quiebre dentro del chavismo surgió con la salida de varios funcionarios allegados a Hugo Chávez, luego de que Nicolás Maduro asumió el poder. Por ejemplo, Jorge Giordani, principal consejero de Chávez en materia económica, salió del gobierno dos meses después de la elección de Maduro y expresó su fuerte descontento con el régimen en su “testimonio y responsabilidad ante la historia”, publicado en junio de 2014. Giordani denunció, entre muchos otros problemas, los altos niveles de corrupción y malgasto de recursos, así como la falta de liderazgo de Maduro y la “sensación de vacío de poder en la Presidencia”. Otros ex funcionarios que se han opuesto públicamente a Maduro, especialmente en materia económica, son Rafael Isea (ex Ministro de Finanzas) y Héctor Navarro (ex Ministro de Educación y de Electricidad).
Más recientemente también se observan rupturas e inestabilidad en la conducción económica del país que no necesariamente tienen que ver con exfuncionarios allegados a Chávez. Por ejemplo, Maduro acaba de sustituir al recién nombrado Ministro de Economía, Luis Salas, luego de solo cuarenta días en el cargo. El cargo ahora pasa a manos del empresario Miguel Pérez Abad, quien se desempeña como Ministro de Industria y Comercio. Este tipo de cambios repentinos demuestran tanto la presión como la falta de coordinación dentro del ejecutivo nacional.
Desde el punto de vista electoral, la división del PSUV se manifestó en el aumento de votos en contra. La estrategia de los líderes del partido no fue muy diferente a la de procesos electorales anteriores: el uso excesivo de la imagen de Chávez, recursos del Estado y medios de comunicación públicos, así como el diseño e implementación de estrategias de intimidación (ej. amenazas a empleados públicos) y engaño (ej. Partido MIN-Unidad). Lo que cambió fue la respuesta de la base popular del partido. La gente no se movilizó con la fuerza y convicción con la que lo habían hecho en comicios electorales anteriores. Circuitos y estados tradicionalmente oficialistas dieron un salto y votaron por los candidatos opositores.
Es importante reconocer que, a pesar de las condiciones adversas en las que se encuentra el país, el PSUV logró mantener 41% del voto popular, más de lo que recibió cualquier partido de oposición individualmente. Es decir, el PSUV sigue siendo el partido más popular en Venezuela, lo cual, en una situación de crisis económica y social, se puede interpretar como una muestra de unión. Sin embargo, también es importante destacar que algunas estrategias de miedo, intimidación y engaño por parte del gobierno sí cumplieron un rol en las elecciones. Algunas encuestas privadas argumentan que un número significativo de votos para el PSUV provinieron de ciudadanos que tenían miedo de perder sus cargos en el sector público, su pensión, sus asignaciones para estudios en el exterior (ej. padres de jóvenes estudiando en el extranjero) o los beneficios de alguna misión popular (ej. Misión Vivienda).
Cabe reiterar que muchos de los venezolanos que votaron en contra del gobierno no necesariamente están a favor de la oposición. Esto presenta desafíos tanto para el oficialismo como para la oposición. Para los primeros, porque se podría estar creando una alternativa a Maduro dentro de las filas chavistas (tanto en las bases populares como en el liderazgo oficialista); de hecho, diversas encuestas sostienen que aunque la popularidad de Maduro ha caído, el legado de Chávez se mantiene más fuerte. Para la oposición, porque aunque muchos de los electores descontentos votaron por ellos, sus planes y propuestas todavía no convencen. Una nueva tendencia dentro del chavismo podría abrir las puertas al diálogo con la oposición, es cierto, pero a la vez podría motivar una intensificación de postura por parte de los más radicales, lo cual podría tener consecuencias aún peores que las actuales.
Por último, más allá del barajeo constante en las posiciones de liderazgo dentro del ejecutivo nacional, se dio una posible ruptura en la élite oficialista el pasado 29 de enero de 2016 durante la Segunda Plenaria Extraordinaria del III Congreso del PSUV. Ese día, como explica un artículo de Franz von Bergen – Coordinador de Investigación de El Nacional –, Maduro anunció la eliminación de las vicepresidencias regionales y el nombramiento de 24 responsables políticos estadales, medida que reduce el poder de los gobernadores sobre el partido en sus respectivos estados. Vale recordar que los 21 candidatos del PSUV que ganaron las gobernaciones en 2012 fueron designados a dedo por Chávez en uno de sus últimos actos públicos. Se cree que, con la nueva medida, Maduro intenta quitarles influencia a algunas figuras cercanas a Chávez para limitar sus adversarios políticos internos, principalmente a algunos líderes militares.
De los 24 responsables nombrados, quince tienen un nexo directo de lealtad con Maduro, seis parecen responder a grupos distintos al de Maduro (especialmente a Diosdado Cabello) y otros cinco parecen mantener peso propio. Un dato interesante es que “52% de los gobernadores que tiene el chavismo son militares, mientras que solo 21% de los nuevos responsables del PSUV que designó Maduro para los estados vienen de los cuarteles”, dice von Bergen. Estos cambios estructurales en el oficialismo son aún más relevantes tomando en cuenta que se avecinan elecciones de gobernadores a finales de 2016.
Conclusiones
Los resultados electorales del 6D manifiestan mucho más que el descontento por el deterioro de la calidad de vida. Muestran una transformación estructural del electorado venezolano, que tras la muerte del expresidente Hugo Chávez, reorganiza sus lealtades políticas. En este escenario, el panorama frente al calendario electoral de los próximos años (elecciones de gobernadores 2016, alcaldes 2017 y presidencial 2018, con posibilidad de referéndum revocatorio anticipado) no está claro para ninguna de las dos grandes alianzas políticas venezolanas: MUD y PSUV.
Si bien la oposición ha logrado construir una senda de crecimiento sólida, al punto de darle un duro revés al chavismo en las parlamentarias, la unidad interna tendrá sus momentos más difíciles cuando se acerque más al poder, especialmente a la silla presidencial. La colaboración de la oposición dentro de los partidos y entre partidos, así como dentro y fuera de la AN, será un desafío clave, y también una gran oportunidad de generar cambios en el 2016.
Por su parte, el oficialismo tendrá su propio examen cuando la alianza chavista se enfrente a la pregunta de qué tan lejos están dispuestos a llegar para mantenerse en el poder. Luego de perder parte del apoyo popular y en un marco económico que empeora de manera acelerada, el oficialismo se ve obligado a colaborar dentro de sus filas y con actores externos, así como a recuperar coherencia interna, generar entusiasmo entre sus seguidores y encontrar alguna salida al desastre económico.
Hector Briceño es Jefe del Área Sociopolítica del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (CENDES-UCV). Contacto: hbricenomonte@gmail.com, Twitter: @hectorbriceno. Federico Sucre es Asistente de Programa del Diálogo Interamericano. Contacto: fsucre@thedialogue.org, Twitter: @FedeSucre.