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La directora del Programa sobre Estado de derecho, Tamara Taraciuk Broner, conversó con Martín Aguirre para El País Uruguay sobre los resultados de las elecciones presidenciales de Venezuela del 28 de julio de 2024, así como el futuro de una transición democrática en el país.
Comentarios de Taraciuk Broner:
Pregunta (P): ¿Le sorprendió lo que pasó el domingo en Venezuela? ¿Podría haber sucedido otra cosa?
Respuesta (R): No. Yo creo que era el desenlace más previsible. Me parece que en el gobierno calcularon mal el margen con el que podía ganar la oposición. Estas elecciones eran importantes para que el gobierno recuperara cierta legitimidad internacional, que era lo que buscaba. Y por eso las dejaron andar tanto. Y no lo sacaron a Edmundo González del juego antes. El gobierno necesitaba un hecho político que le permitiese volver al contexto internacional con cierta legitimidad. Luego fueron tratando de acortar la brecha, o sea, todas las movidas oscuras que hicieron para limitar el ejercicio libre del voto, fueron para eso. Estas elecciones no fueron libres ni justas, pero ocurrieron. Y el fallo del cálculo del resultado los dejó sin opciones, porque no podían reconocer que habían perdido por ese margen tan grande. A mí no me sorprendió en ese sentido.
P: ¿Por qué necesitaban esa legitimidad internacional? Porque en los hechos, a partir de la guerra de Ucrania, y por la necesidad de nuevas fuentes de petróleo, es como que el mundo occidental lo estaba legitimando a Nicolás Maduro, ¿no?
R: Lo que hubo durante un tiempo largo fue una especie de proceso de normalización de lo que pasaba en Venezuela. Pero en el país nunca dejó de haber tres crisis simultáneas. Está la arremetida contra los opositores, está la emergencia humanitaria y está el éxodo masivo de casi 8 millones de venezolanos. Eso no cambió, solo que no estaba en el radar de la opinión pública y se empezó a generar una sensación de normalización. Sumado a que la situación en Caracas era una burbuja. Ibas a Caracas y tenías restaurantes, tenías autos, tenías una economía que funcionaba, aunque era carísima. Había una sensación general de que la cosa estaba marchando más o menos normal. Eso vino de la mano con que empezaron a entablar estas conversaciones en Barbados, en Qatar, para intentar levantar las sanciones que complican para ingresar a ciertos mercados. Ni Rusia, ni China, ni Irán, ni Cuba han podido salvar la economía venezolana en todo este tiempo. Venezuela necesita poder vender el crudo, y es un crudo muy especial porque es un crudo muy pesado que tiene que ser procesado, y para eso necesita acceso a ciertos mercados, que no tiene si Estados Unidos no levanta las sanciones. Y este intento de negociación y de dar ciertas concesiones y de permitir las elecciones y legitimarse, era como la cereza del postre para poder volver a los mercados. No era una motivación democrática.
P: ¿Quién manda en Venezuela hoy? ¿Maduro manda?
R: En Venezuela no hay un poder monolítico hoy. O sea, cuando Hugo Chávez gobernaba, un poco por su carisma, un poco por la situación económica del país, donde tenía mucho dinero que venía del petróleo, y por la forma en la que llegó al poder… Chávez llegó al poder porque durante décadas dos partidos políticos le dieron la espalda a la gente. Y llegó un tipo con el discurso de representar a los más vulnerables. Toda esa combinación de factores hizo que él pudiese aglutinar un montón de poder. Y todos respondían a esa directiva. Con Maduro no funciona así. Maduro tiene alianzas, que son producto de negocios y lealtades que tienen que ver con eso. Entonces, las fuerzas armadas juegan un papel importante, pero ahí lo que rige es la corrupción y el narcotráfico que han tomado la institucionalidad del país. Y vínculos que tiene el gobierno también con grupos armados ilegales que operan sobre todo en las fronteras con Colombia y con Brasil.
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