Cuba: desafíos e incógnitas a las puertas del VIII Congreso del PCC

˙ Voces

Del 16 al 19 de abril próximos tendrá lugar el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). El cónclave de los comunistas cubanos acontecerá en el contexto de un escenario interno y externo altamente complejo; quizás el más complejo desde los años del colapso soviético. Lo que ocurra (o no) en el Congreso del PCC debería ser de relevancia para todos los cubanos, en la medida que esa agrupación partidista, la única legalmente reconocida en la Isla, está colocada en la Constitución del 2019 “como fuerza dirigente de la sociedad y el Estado”; y sus postulados “marxistas, leninistas, martianos y fidelistas”, están constitucionalmente consagrados como ideología de Estado. Es por ello que tratar de entender cómo gestionará el PCC los inmensos desafíos del país resulta una tarea crucial.

La cita ha sido llamada, desde las páginas de Granma, órgano oficial del PCC, como “el Congreso de la continuidad”. En el encuentro se consagrará el traspaso de la dirección del Partido de manos del general Raúl Castro a las de (con toda seguridad) Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Este será el punto culminante en la ruta del traspaso generacional en Cuba: la “generación histórica” abandona definitivamente el primer plano de la vida nacional, y cede el paso a la “generación intermedia” en los puestos claves del PCC, el Estado, el gobierno y en las organizaciones políticas y de masas. El documento central del Congreso fue escrito por los órganos centrales del PCC y luego “circulado” y “enriquecido” con los aportes de la militancia partidista, y por los “núcleos del PCC” en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT). Es decir, la agenda política-económica-social a debatir, y a aprobar, ya ha sido consensuada entre “la base” del PCC, y entre las principales instituciones del país. Más allá del alcance de los contenidos programáticos del Congreso (que aún no conocemos) el proceso de consenso previo ayuda a “alinear” la unidad interna del PCC.

El VIII Congreso se centrará en seis ejes centrales: 1) la reforma económica, contenida en el documento conocido como los “Lineamientos”; 2) el funcionamiento interno del PCC; 3) la “esfera ideológica”; 4) la corrupción; 5) la “política de cuadros” de todo el aparato del Estado –PCC, Unión del Jóvenes Comunistas (UJC), organizaciones políticas y de masas, y el gobierno–; 6) y la “unidad del pueblo” en torno al Partido. Si en el VI y el VII congresos del PCC el énfasis se puso en la transformación de la economía mediante la implementación de los llamados “Lineamientos”, en el VIII Congreso, sin descuidar esta área, se nota un énfasis especial en el “debate ideológico”; y en lo que podría ser la principal preocupación del Partido en la actualidad: contar con líderes bien formados que garanticen la “continuidad” del proyecto político encarnado por dicha agrupación partidista.

En el Informe Central al VII Congreso del PCC, celebrado en el año 2016, Raúl Castro reconoció que los llamados “comités de base” de la Unión de Jóvenes Comunistas estaban decreciendo en todo el país, que los jóvenes que quedaban en ellos no deseaban ingresar a las filas del PCC, y que la militancia del Partido disminuía y envejecía progresivamente. De cara al actual Congreso, se aprecia una equiparación de prioridades entre los temas económicos y aquellos relacionados con la propia subsistencia del Partido como fuerza política. En ese sentido, es interesante el anuncio de la creación de un “sistema único” de formación de “cuadros políticos”, que ha implicado la integración de la Escuela de Formación del PCC, y las escuelas de formación de la UJC y de las organizaciones políticas y de masas. No solo se ha hecho un proceso de formación y sustitución de líderes en todas las estructuras del Estado, sino que también el PCC quiere potenciar y reforzar la “imagen social” de esos nuevos líderes. Estamos ante un esfuerzo del PCC para reconstruir su hegemonía ya sin la “generación histórica” y nuevamente en clave de “vanguardia leninista”.

Un tema importante a analizar en el Congreso será, sin dudas, el relacionado con las transformaciones económicas, donde debería quedar legitimada una estrategia para reencauzar la reforma en esta área. A los déficits de la estrategia económica gubernamental –lentitud en las transformaciones, inexistencia de una estructura de mercado, suspicacia hacia el sector privado, preminencia del “plan central”, etc.–, vienen a sumarse tres importantes shocks externos: el colapso venezolano, el endurecimiento de las sanciones contra Cuba bajo la Administración Trump, y la pandemia del Covid-19, que hizo colapsar el sector turístico. Esta combinación de factores internos y externos se ha traducido en una reducción del 10 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), con implicaciones dramáticas para la población cubana.

La estrategia gubernamental aplicada en la última década, que intentó flexibilizar la gestión de las grandes empresas estatales mediante medidas administrativas y de contabilidad, manteniendo “arrinconado” al sector privado, ha fracasado estrepitosamente. La decisión de acometer la unificación monetaria y cambiaria, de ampliar el campo de acción del sector privado, y de “interconectar” estructuralmente a las esferas estatal y privadas de la economía, aun en las difíciles condiciones actuales, parecen apuntar a una comprensión certera del fracaso antes mencionado. Aunque estaría por verse la eficacia gubernamental en la implementación de estas medidas, y su capacidad real de poder concretar una economía mixta, se trata de un paso en la dirección correcta. De concretarse este proyecto gubernamental, aun en un estado mínimo, traería como consecuencia la ampliación de las clases medias cubanas y la existencia, de facto, de significativas cuotas de autonomía para amplios sectores sociales. Esta medida entrañaría un gran desafío, tanto para el PCC, como para el sistema político en su conjunto.

El VIII Congreso tiene entre sus prioridades la llamada “cuestión ideológica”. Los últimos meses en Cuba han estado marcados por la “guerra simbólica” entre el gobierno y sus detractores políticos. Los sectores de oposición han tomado como estandarte la canción “Patria y Vida”, interpretada por cantantes de la Isla y del exilio para reclamar la ampliación de las libertades ciudadanas en Cuba. El tema musical invierte el significado de la consigna de “Patria o Muerte”, expresada por Fidel Castro por vez primera en 1960. Hasta el momento, cuenta con más de cuatro millones de visualizaciones en YouTube y ha tenido un gran impacto entre la población joven. Por su parte, el gobierno cubano ha articulado una campaña nacionalista, que incluye una canción del grupo “Buena Fe”, que destaca el éxito en la producción de vacunas contra el Covid-19 en la Isla.

Igualmente, Internet y las redes sociales se han convertido en el terreno central de la disputa simbólica e ideológica entre el gobierno y sus adversarios políticos. La huelga de hambre de los integrantes del Movimiento San Isidro, en diciembre de 2020, y la protesta juvenil que le sucedió (luego constituida en el “movimiento 27N”), dan cuenta de la emergencia y cristalización de una nueva zona de contestación y disenso en el país, integrada por una nueva generación de artistas e intelectuales. Estos nuevos actores políticos juveniles han disputado abiertamente los principales postulados del PCC desde las redes sociales, y en ocasiones le han arrebatado la hegemonía comunicacional. Es esta una realidad que llegó para quedarse, gracias a la conexión del país a Internet, y está por verse la estrategia que asumirá el PCC para “procesar” la existencia de espacios de contestación ideológica y política dentro y fuera de la Isla.

La construcción de una legitimidad plena, para cualquier liderazgo posterior a quienes protagonizaron el triunfo de 1959, solo podrá ser el fruto de la concreción de un nuevo “pacto social” que genere prosperidad, desarrollo, justicia social, e inclusión política. El VIII Congreso del PCC tendrá lugar en el contexto de la peor crisis económica y social que ha vivido Cuba en los últimos 30 años, con un latente malestar social, un aumento de los niveles de oposición y contestación ciudadana, y con las relaciones con Estados Unidos pasando por un mal momento. Es por ello que la cita partidista será, con toda seguridad, un acto de reafirmación nacionalista. Sin prosperidad económica será muy difícil que el PCC pueda reconstruir su hegemonía en Cuba, pero el desarrollo económico solo vendrá de la mano de una ampliación real de las libertades para crear y emprender. Este es el nudo gordiano de la realidad nacional, y debemos esperar para saber si el VIII Congreso del PCC está dispuesto a destrabarlo.

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