La presidenta argentina Cristina Fernández ha aumentado sus llamamientos al sentimiento nacionalista para recuperar su apoyo político interno, que ha caído desde que comenzó su segundo mandato en diciembre.
En Cartagena, en la Cumbre de las Américas, el tema fue el reclamo de Argentina sobre las Malvinas. De vuelta en Buenos Aires, Fernández tomó una participación del 51 por ciento de YPF a Repsol de España. Detrás de los dos casos, la política era el factor principal. Es tentador ver la expropiación como parte de una tendencia más amplia en la Argentina, y quizás de América Latina, hacia un mayor control gubernamental de los sectores clave como la energía. Pero no hay fundamento para tal interpretación.
Fernández hizo una apuesta grande. Ella sabía que la expropiación de YPF, como lo demuestran las encuestas, iba a ser políticamente popular en casa y también le daría al gobierno argentino más dinero para llevar a cabo sus políticas.
Sin embargo, los costos económicos y políticos de largo plazo de la decisión son inciertos, y podrían ser enormes. La reacción del gobierno español y otros europeos ha sido muy fuerte. Algunas figuras políticas de Chile y México han sido críticas. La expropiación no era parte del espíritu del Foro Empresarial de Cartagena.
Es poco probable que la nacionalización de YPF ayudará a atraer la inversión extranjera a la Argentina. El país, rico en recursos, ofrece muchos beneficios potenciales. Con esta jugada, sin embargo, los riesgos han aumentado considerablemente.
Si las ventas y el precio de la soya, principal producto de exportación de Argentina (sobre todo a China), siguen siendo altos, entonces el país puede tener mayor margen y ser capaz de continuar su crecimiento económico. Existe la posibilidad de que otras empresas (incluidas las chinas) y los inversionistas ayuden a Argentina y exploren las vastas reservas de petróleo del país.
Fernández se podría beneficiar de la suerte y contar en su habilidad política habitual. Pero también hay una posibilidad de que Argentina se encamine a graves problemas económicos, aunque no tan profundos como los de la crisis de 2001.
YPF no será probablemente el primero de una ola de nacionalizaciones en el país. Su situación es sui generis . Es cierto que la mayoría de las empresas de energía en la región son controladas por el Estado, aunque algunas son más eficaces que otras.
Sin embargo, el hecho de que la medida se llevó a cabo de manera poco delicada, incluso hostil, se reforzará la percepción de que Argentina es impredecible. Otros países, Colombia y Brasil, por ejemplo, ofrecen entornos más atractivos para los inversionistas. Y hay poca confianza en que la nacionalización resultará en una mayor eficiencia.
Al igual que algunos otros países de la región, Argentina no parece estar avanzando. Está estancada, sin un sentido de visión alternativa. En su lugar, se toman las decisiones, a menudo de manera impredecible, en búsqueda de beneficios políticos de corto plazo.
Al principio, las autoridades de Estados Unidos se resistieron agresivamente al pedido de varios líderes de América Latina para hacer del debate sobre las drogas un tema prioritario de discusión durante la VI Cumbre de las Américas en Cartagena, entre el 14 y 15 de abril. No sin justificación.
Treinta y tres de los 35 líderes de la región se espera que aparezcan en Cartagena, Colombia el sábado para participar en la VI Cumbre de las Américas. La discusión anticipada de varios de los temas más controvertidos -incluyendo el rol de Cuba en los asuntos regionales, las alternativas a las actuales estrategias antidrogas, el reclamo de Argentina sobrelas Islas Malvinas/Falkland Islands-podría hacer que esta Cumbre sea particularmente trascendental, o podría resultar, simplemente caliente y polémica.
Teniendo en cuenta las realidades de hoy, no tienen sentido los términos elogiosos que algunos utilizaron para describir las relaciones entre Estados Unidos y Argentina en la década de 1990.