La “Cumbre”, ¿el peor momento para la región?
¿Pueden los países verdaderamente democráticos asumir un liderazgo regional, con autoridad política y moral para plantear salidas a la corrupción?
En una entrevista con Geomundo, Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, comentó sobre el futuro de la democracia en América Latina, el surgimiento de gobiernos autoritarios en la región y la crisis política en Nicaragua.
Pregunta (P): ¿Nos puedes dar un diagnóstico sobre la democracia en América Latina en estos momentos? ¿Está en una buena racha o en una mala racha?
Respuesta (R): Creo que la salud de la democracia en América Latina no es muy buena en este momento. Tampoco sé si es tan buena en los Estados Unidos. Creo que este es un fenómeno tal vez global. En América Latina, hay una gran tentación de decir que la pandemia que ha golpeado tanto a la región ha sido la causa principal de una inseguridad política por causa de los efectos económicos y sociales profundos de la pandemia en esos países. Es importante recordar que, aún antes de la pandemia, la región estaba muy mal. Hubo muchos problemas y descontento social en muchos países a finales del 2019. La situación económica y los niveles de desigualdad habían crecido y había mucha frustración e indignación la cual se expresaba en las calles. Esas tendencias que ya venían desde antes han sido acentuadas y agudizadas por la pandemia. En el caso de Perú, ha sido muy dramático. Creo que ha aumentado la polarización en el país, que es un fenómeno que se ve casi en todos los países como se puede ver en Colombia, Brasil y Argentina (donde se le llama “la grieta”). Hay niveles de polarización muy altos. Eso genera debilidades y riesgos para la democracia en todo el continente. Entonces el estancamiento económico, combinado con grandes frustraciones y descontento sociales que se expresan cada vez más en las calles y una incapacidad francamente de la clase política tradicional para atender las necesidades y las demandas de mucha gente, genera una situación bastante precaria en América Latina. Yo no creo que en el corto y mediano plazo esas tendencias se puedan revertir. Tal vez en el largo plazo uno puede tener una visión un poco más optimista. Obviamente, hay un riesgo en generalizar sobre toda la región. En Uruguay, por ejemplo, tal vez haya más razones para ser un poco más optimistas, aunque también cabe aclarar que está pasando un momento muy difícil por causa de la pandemia. En general, el panorama no es muy alentador.
P: El problema es que se instauren o reinstauren gobiernos autoritarios. ¿Es este un riesgo al que nos estamos enfrentando?
R: Así es y no es una cuestión de izquierda o derecha. Perú es un ejemplo clarísimo de esto. Ellos tienen un candidato de izquierda y el otro de derecha y ambos no tienen un compromiso muy claro hacia la democracia. Yo creo que estamos ante una situación de desesperación donde se encuentran recetas e ideas simplistas, como decir que una persona fuerte va a asumir el liderazgo del país y va a solucionar los problemas del país. Esto puede ser muy seductor para muchas personas. Ese mensaje y estilo autoritario lamentablemente tienen resonancia en una situación de mucha desesperación. La región se ha convertido en un terreno muy fértil para ese tipo de respuestas y mensajes. Hay un vacío del liderazgo democrático notable que uno puede recordar de hace muchísimos años. Hoy en día no hay voces con resonancia, credibilidad o protagonismo regional en América Latina que afirmen la importancia del estado de derecho e instituciones democráticas. Hay un vacío en ese sentido que deja un espacio para esas tentaciones autoritarias.
P: En el caso de Nicaragua, estamos viendo una escenificación un poco descarada porque el régimen de Ortega se está dirigiendo, cada vez más, hacia una dictadura más abierta. Hasta ahora no se ven reacciones de la Organización de Estados Americanos (OEA). El gobierno norteamericano ha hecho algunas declaraciones, pero tampoco se ve mucho activismo por ese lado. ¿Qué está pasando en Nicaragua?
R: Ortega parece estar decidido en eliminar completamente cualquier desafío a su poder. Están prosiguiendo con una persecución política en contra de todos los posibles candidatos para la elección de este año. Si siguen con esta persecución política, no van a existir las condiciones mínimas para una elección justa. Estamos viendo un poco de la retórica y del estilo que se veía durante los años 80, época en la que se iba en contra del llamado “imperio de Estados Unidos” y su supuesta intención de consolidar el poder en la región. No hay límites. Hay reacciones de afuera como las de Estados Unidos y de la OEA, pero digamos que Ortega sigue siendo muy desafiante y audaz en lo que está haciendo. Hay una sensación de impotencia al ver esa situación dramática, terrible y trágica que está pasando en Nicaragua. Nuevamente, hay que entender que Ortega está tomando esas acciones dentro del contexto de una región en la que no hay mucha voluntad para interferir y reaccionar hacia una dictadura como se está viendo en Nicaragua. Creo que Ortega sabe esto. Sabe que está actuando en una región donde no existe la misma voluntad que hace 20 o 25 años de castigar, criticar y pronunciar esos tipos de barbaridades que se están cometiendo. Ortega se está aprovechando un poco de ese contexto.
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