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Inmediatamente después de asumir, el presidente Joe Biden fijó una ambiciosa agenda y envió un mensaje claro al pueblo de los Estados Unidos y al mundo: en su gobierno, EEUU adoptaría un tono y un estilo muy distintos –y seguiría un rumbo político notablemente diferente- de los de Donald Trump.
Entre sus primeras prioridades para desarticular el legado de su antecesor y proyectar un enfoque más humano figura una reforma migratoria amplia que incluye un camino hacia la ciudadanía para los aproximadamente 11 millones de migrantes indocumentados en los Estados Unidos.
La cuestión de la inmigración durante décadas ha sido una fuente importante de irritación entre los Estados Unidos y América Latina. De ser adoptada –y su aprobación dista de estar asegurada-, esta iniciativa legislativa contribuiría a mejorar las relaciones interamericanas. Sin embargo, Biden avanzará con cautela y evitará alentar un ingreso masivo de migrantes que pueda crearle problemas políticos a un gobierno que acaba de empezar.
Por cierto, Biden ha heredado un conjunto de crisis nacionales sin precedentes que exigen atención urgente, comenzando por la pandemia y la pésima situación económica, pero también un alto nivel de polarización política y tensiones sociales y raciales. Pese a que a Biden le importa mucho América Latina y conoce esta región mejor que sus antecesores, tendrá que centrarse como en esta crisis.
Los desafíos de política exterior en lo que hace a China, Rusia, Irán, Corea del Norte y otros países también tendrán precedencia. Las limitaciones en cuanto al diseño de políticas hacia América Latina serán significativas.
Por otra parte, Biden tiene la firme convicción de que, para atacar las “causas estructurales” de la migración de Centroamérica a los EEUU, es crucial un apoyo sustancial y sostenido. Su gobierno ha propuesto destinar 1.000 millones de dólares anuales para ayudar a Guatemala, Honduras y El Salvador a reducir la violencia, fortalecer el Estado de derecho e impulsar el crecimiento y las oportunidades económicas. Esto no será fácil. La corrupción y la criminalidad generalizadas hacen que estos “socios” de los EEUU sean problemáticos.
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