Fallos gemelos
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El mes pasado se celebró en la Habana el encuentro de la Comunidad de estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en la que se encuentran todos los países del hemisferio salvo Estados Unidos y Canadá. Fue una celebración con un único punto de consenso entre los miembros de la comunidad, su oposición a las políticas estadounidenses que tratan de aislar y castigar a Cuba, que se ven como injustas, anacrónicas e improductivas Este oprobio universal del embargo económico de Washington y una miríada de otras restricciones a Cuba, es motivo suficiente para sospechar que las políticas estadounidenses están mal encaminadas, y son contrarias a los intereses de los estadounidenses. Esto ha creado una situación en la que ningún país Latinoamericano, incluso entre los más poderosos e incluso entre los aliados más cercanos de Washington, esté dispuesto a criticar la represión en Cuba, sus violaciones de los derechos humanos, o la penuria económica en la que se encuentra la mayoría de su población. En toda la región Cuba es tratado como un país normal, amable, precisamente porque los EEUU lo trata como un paria. Las políticas de EEUU hacia Cuba tienen otros efectos nocivos, impulsan y justifican el profundo antagonismo entre algunos gobiernos latinoamericanos y Washington, propiciando la desconfianza entre ellos. Estas políticas son un recordatorio constante de las actitudes de EEUU durante la Guerra Fría, y su comportamiento en América Latina, cuando la preocupación por la seguridad nacional estadounidense se impuso sobre todas las cosas, incluyendo la democracia, los derechos humanos y el progreso económico; y cuando las frecuentes intervenciones de EEUU, servían para apoyar el derrocamiento, por medios militares, de líderes electos. Y el hecho es que estas políticas no han logrado nada de valor. Cuba no ha cambiado, ni mucho menos, y después de 50 años en el poder, el gobierno cubano se mantiene firme contra la injerencia estadounidense, ante la admiración de muchos latinoamericanos. Incluso hoy en día, ante la intensificación de enormes presiones financieras, la hostilidad de EEUU le ofrece a los dirigentes cubanos una excusa creíble para su control político y las severas limitaciones a las que someten cualquier tipo de disidencia, a pesar de tener una economía quebrada. Pero si la política de EE.UU. a lo largo de medio siglo ha sido un fracaso, el pueblo cubano tampoco ha salido bien parado por los gobiernos de Fidel y Raúl Castro. La mayor parte de la población vive ahora cerca del umbral de la pobreza, con las personas mayores en particulares aprietos, exceptuando aquellos que reciben apoyo desde el extranjero, la juventud parece dispuesta querer salir de la isla y vivir en cualquier otro lugar, ya que en Cuba apenas hay espacio para sus sueños y ambiciones. Hubo un tiempo en que el gobierno cubano podía presumir de importantes logros sociales, en materia de salud, nutrición y educación; y aunque Cuba todavía cuenta con la tasa de mortalidad infantil más baja de cualquier país de América Latina y sus estudiantes obtienen la máxima puntuación en las pruebas internacionales de competencia, sus conquistas sociales se están erosionando. La encuesta del Consejo del Atlántico deja claro que la mayoría de los estadounidenses están descontentos con las políticas de EE.UU., y que desean restaurar una relación normal con Cuba. Aunque no existen estudios fiables acerca de las opiniones en Cuba, la mejor conjetura es que a la mayoría de los cubanos les gustaría vivir en un país normal, y ni el embargo de EE.UU. ni el gobierno cubano está haciendo mucho para conseguir este objetivo.