Empleos, salarios y la desaceleración en América Latina
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La caída de los precios de los productos básicos y el crecimiento más lento de China son los principales factores de la pronunciada desaceleración económica de América Latina y el Caribe (ALC) desde 2012. Es probable que el crecimiento de ALC este año llegue a alrededor de 0 %, en comparación con el 1,0 % de 2014. Esta desaceleración está comenzando a tener impacto en los mercados laborales de la región y es el tema principal de "Empleos, salarios y la desaceleración en América Latina," el informe semestral de la Oficina del Economista Jefe de ALC, que se dió a conocer en un evento precedente a las Reuniones Anuales del Grupo Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en Lima, Peru.
Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, Shifter participó en una conversación sobre el informe junto a Luis Miguel Castilla, embajador de Perú en EEUU, y expertos del Banco Mundial: Augusto de la Torre, economista jefe para ALC, Alberto Rodríguez, director a cargo de las operaciones en Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela, y Alejandra Viveros, directora de comunicaciones de la Oficina Regional de ALC.
Las declaraciones escritas de Michael Shifter están disponibles en español a continuación. Las grabaciones de video están disponibles en español a continuación, así como en inglés y portugués. El informe completo está disponible sólo en inglés. El resumen ejecutivo del informe también está disponible en español.
Intervención de Michael Shifter, Presidente del Diálogo Interamericano
Muchas gracias a todos, y gracias por la invitación.
Es para mí un placer y un honor participar de este panel, acompañado por amigos y colegas tan distinguidos para discutir la situación latinoamericana. Como ustedes saben, no es casualidad que este año el FMI y el Banco Mundial organicen su reunión anual en la región, lo que no ocurría desde 1967. El informe que vamos a discutir hoy es claro y contundente, y refleja un cambio de ciclo para América Latina después de una década de expansión económica y mejoras sociales.
No voy a concentrarme en el contenido técnico del informe, porque para eso están los excelentes expertos que me acompañan. Voy a dividir mi presentación en tres partes, para analizar qué implica el menor crecimiento económico y la caída del empleo en la región: Primero, me voy a referir al contexto social en la región; segundo, a la situación política, y finalmente a las posibles consecuencias para la política exterior de América Latina.
Comenzaré por las posibles consecuencias sociales. Durante el boom económico, América Latina logró reducir su índice de pobreza del 45% al 25%, una evolución muy importante, y se redujo la desigualdad. Sin embargo, el informe destaca que no todos los que salieron de la pobreza ingresaron a las clases medias, sino que permanecen en una situación de vulnerabilidad y pueden volver a caer en la pobreza si las condiciones económicas empeoran. Va a ser fundamental que los estados mantengan y mejoren las políticas sociales de los últimos años, para evitar que lo conseguido en la última década se pierda.
Por otra parte, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo, y el informe advierte que la baja en la creación de empleo puede empeorar aún más esta situación. Aquellos que no logran un empleo formal se vuelcan al cuentapropismo, pero en su gran mayoría se trata de negocios informales, y de subsistencia. La economía sumergida sigue siendo muy importante y millones de latinoamericanos trabajan sin protección social, seguro de salud, o un programa de retiro. Esto tiene consecuencias para el estado, porque disminuye la base fiscal, y para los ciudadanos, porque aumenta la vulnerabilidad a los cambios de contexto económico.
Además, el informe señala que la falta de oportunidades económicas, sobre todo para los jóvenes de bajo nivel educativo, puede generar un aumento del crimen y la violencia. Hay un dato estremecedor: América Latina tiene menos del 8% de la población mundial y el 33% de los homicidios. El problema del narcotráfico es endémico y nunca se acaba, sino que se transforma y adapta. Mientras persista la demanda de drogas en los países desarrollados, y sigan existiendo condiciones de pobreza y exclusión en América Latina, el narcotráfico va a seguir siendo un problema. No sorprende que la inseguridad ciudadana sea la principal preocupación de los latinoamericanos en muchos países, aún por encima del desempleo.
Pero como sabemos, el narcotráfico es mucho más que un problema de seguridad ciudadana, porque parasita a las estructuras del estado y a la sociedad. Por eso, a pesar de la desaceleración económica, Latinoamérica no puede darse el lujo de reducir sus políticas sociales. La desigualdad y la pobreza son el caldo de cultivo para la violencia y las bandas criminales. Sin expansión de oportunidades, contención estatal y programas de reinseción social, la “mano dura” va a seguir siendo inefectiva.
Otro punto preocupante del informe es la falta de perspectivas para aquellos con alto nivel de estudios. En la última década creció el alcance de la educación, pero si la región no genera oportunidades para absorber a los nuevos graduados va a aumentar la tensión social y la frustración. Esto puede llevar a una fuga de cerebros, como las vividas en el pasado, que tiene un gran impacto económico en el mediano y largo plazo.
En segundo lugar, quiero referirme al contexto político en América Latina.
En general, y esto no es exclusivo de la región, la insatisfacción de los ciudadanos aumenta durante una crisis económica y ganan importancia problemas como la corrupción y la ineficiencia del estado. Lo que sorprende es la gravedad de la crisis de legitimidad de los sistemas políticos de América Latina. En prácticamente todos los países, los gobiernos tienen que tomar decisiones difíciles en materia de política económica en un contexto de profunda falta de confianza de los ciudadanos.
Durante la época de bonanza, los gobiernos tuvieron en general altos niveles de apoyo, y las reelecciones (de mandatarios o de partidos) se volvieron comunes. Ese escenario ha cambiado, y el regreso del descontento, los escándalos y las protestas demuestran que no se aprovechó el crecimiento económico para reforzar las instituciones democráticas y de representación. La democracia electoral está garantizada en casi todos los países, pero los sistema de partidos políticos siguen siendo casi inexistentes y la política sigue definiéndose alrededor de personalidades, redes de clientelismo y cruce de favores. La debilidad de las instituciones, al mismo tiempo, reduce la capacidad del estado de introducir cambios a la política económica.
Otro punto central es la independencia del poder judicial. No es posible reducir la corrupción y los desmanejos en el estado si no hay jueces que puedan investigar hasta las últimas consecuencias, incluyendo a grandes empresarios y altos funcionarios. También hacen falta reformas que incrementen la eficiencia del aparato estatal. Es mucho más fácil administrar cuando los recursos abundan y se puede contentar a todos los sectores, pero en un contexto de contracción se necesitan burocracias profesionales y políticas públicas de mayor calidad. Si los gobiernos siguen viendo al estado como un instrumento para premiar a sus seguidores con cargos públicos, es prácticamente imposible que puedan hacer los cambios que la región necesita.
El gran interrogante entonces es si los países de América Latina van a tener la capacidad política de implementar las reformas indispensables para reactivar sus economías. La tarea es muy delicada, porque deben consolidar la situación fiscal sin abandonar las políticas sociales. La reforma impositiva es en muchos casos indispensable, pero el estado va a tener que primero demostrar que puede administrar los recursos de forma transparente y eficiente. Las nuevas clases medias Latinoamericanas no están dispuestas a pagar por servicios públicos colapsados y elites políticas corruptas.
En muchos países se vive un círculo vicioso entre crisis política (que paraliza a los gobiernos) y crisis económica (que incrementa el descontento de los ciudadanos). En países con instituciones sólidas, puede que algunos líderes políticos pierdan apoyo y se demoren las reformas, pero a largo plazo es probable que el sistema político haga los ajustes necesarios para volver al crecimiento y recuperar apoyo ciudadano. Esto va a ser mucho más difícil en los países con mayor personalismo y debilidad institucional, y puede que la crisis se prolongue en estos casos.
La crisis de gobernabilidad afecta a países con graves crisis económicas, como Brasil, pero también a los que están superando el período de estancamiento con mayor éxito, como México y Chile. En toda América Latina, los gobiernos afrontan la necesidad de impulsar reformas económicas en un contexto político crítico. La resistencia de las nuevas clases medias a perder lo conseguido en estos años, la constante amenaza de la violencia y el narcotráfico y la dificultad para recortar el gasto público son los principales desafíos hacia el futuro.
En tercer lugar, quiero hablar sobre la política exterior Latinoamericana en este nuevo contexto económico.
La consecuencia más evidente de la caída del precio de las materias primas es el pronunciado deterioro de la influencia regional venezolana. A la ausencia del liderazgo de Hugo Chávez se suman problemas estructurales: Era más fácil ganar voluntades cuando el barril de petróleo estaba a 140 dólares que ahora, que está en 50. Si en los últimos años Caracas parecía construir un bloque sólido de países contrarios a la apertura económica y a los Estados Unidos, la realidad actual es que el gobierno de Nicolás Maduro está luchando para mantenerse en el poder en su propio país.
Sin dudas, el acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, a partir del anuncio de la normalización de relaciones diplomáticas, ha sido un factor clave en este cambio. El deseo del gobierno de Raúl Castro de tener un acercamiento pragmático a Washington descolocó al gobierno venezolano, y lo deja sin un gran sostén ideológico. El fin de la política de aislamiento de Estados Unidos a Cuba también elimina un fuerte obstáculo a sus relaciones con toda América Latina. Existe la posibilidad, y la esperanza, de que normalizada la relación con Cuba la agenda hemisférica pase a ocuparse de temas de integración económica, inversiones, mejora de los servicios públicos y desarrollo de las infraestructuras. Si Washington continúa su política pragmática hacia la región, abandonando las confrontaciones innecesarias y buscando socios estratégicos, el relativo dinamismo de la economía estadounidense puede marcar el inicio de una etapa de renovados contactos con la región.
Al mismo tiempo, en los últimos 10 años China se convirtió en un actor clave. Aumentaron las visitas bilaterales, el comercio entre China y América Latina se multiplicó por 22 entre 2002 y 2013, y proliferaron los proyectos de inversión y construcción de infraestructuras con capital chino. Pero ahora, con la caída del crecimiento chino desde 10% anual a 7%, Beijing comenzó la transición a un modelo económico basado en el consumo interno, y menos dependiente del comercio exterior. Nadie cree que la presencia China en América Latina vaya a desaparecer, pero sí debemos esperar que Beijing se vuelva más selectivo en los proyectos que lleve a cabo, y más exigente con los países latinoamericanos a la hora de cobrar deudas y exigir apertura para las manufacturas chinas.
En materia de integración regional, la creación de la Alianza del Pacífico es uno de los cambios más significativos de los últimos años, pero aún queda mucho por hacer, y los países miembros de la Alianza (con excepción de México) se encuentran entre los más dependientes de la exportación de materias primas. El Mercosur, hasta hace poco el proceso de integración más consolidado de la región, está paralizado por la crisis brasileña, y las diferencias entre los socios. También se multiplicaron los foros políticos, como UNASUR y CELAC, pero se avanzó muy poco en un esquema de integración regional que contribuya a apoyar la diversificación económica. Para eso haría falta aumentar las conexiones energéticas entre los países, promover el desarrollo de infraestructura básica como puertos y carreteras y generar cadenas de valor latinoamericanas, entre otros.
El informe señala que el nuevo contexto económico global afectará a los países de forma diferenciada, dependiento de su dependencia de la exportación de commodities y su integración en el comercio mundial. Sin embargo, en un contexto de freno al crecimiento del comercio global, la competencia irá en aumento para todos, y los países de América Latina van a tener que salir a buscar mercados externos de forma agresiva.
Quiero terminar con un tono optimista. El panorama que plantea el informe es preocupante, pero América Latina no es la misma que hace 10 años. Los países de la región expandieron sus redes de protección social, invirtieron en el desarrollo de capital humano, mejoraron drásticamente su situación de endeudamiento, y aumentaron el acceso a los servicios públicos.
La democracia está consolidada, las sociedades Latinoamericanas están movilizadas y exigen más a sus gobernantes. El desafío ahora es lograr que la desaceleración económica sea una oportunidad para hacer cambios necesarios, y no un nuevo regreso a los ciclos de auge y colapso de las economías Latinoamericanas. La región está atravesando una encrucijada, pero cuenta con una base sólida para recuperarse y seguir creciendo. Para lograrlo, América Latina deberá consolidar sus instituciones democráticas y resolver sus problemas fiscales sin acudir a ajustes drásticos, que reviertan lo obtenido hasta ahora.
Muchas gracias.