El poder de la simpleza
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Los problemas complejos nos llevan muchas veces a buscar soluciones complicadas. Eso frecuentemente nos traba: nos quedamos discutiendo y sin actuar, o formulamos cambios que son difíciles de implementar. Las discusiones en torno a como mejorar la calidad educativa en América Latina –que tal como demostró la prueba internacional PISA en diciembre del pasado año deja mucho que desear-sufren de este síndrome de la complejidad innecesaria.
El famoso ingeniero aeronáutico Kelly Johnson inventó una máxima para tratar este problema: Keep it simple, stupid (KISS), o ‘mantenlo simple, zonzo’. De acuerdo a él, el diseñó del avión debe ser lo suficientemente sencillo para que pueda ser reparado por un mecánico con las habilidades y herramientas promedio.
Aplicar el principio KISS a la pregunta acerca de cómo mejorar la calidad de la educación que reciben los niños y jóvenes en América Latina requiere de tres elementos: saber adonde queremos llegar, trazar el camino que nos lleve en esa dirección y montar los apoyos que evitarán que nos caigamos mientras andamos en ese camino
Saber adonde queremos llegar requiere de metas cuantitativas claras sobre el aprendizaje que aspiramos logren nuestros hijas e hijos. Reconociendo el poder de contar con pocas metas que puedan ser comprendidas por todos los ciudadanos y que sean factibles de ser medidas en un plazo razonable de tiempo, junto a Eduardo Vélez hemos propuesto tres metas que deben ser cumplidas al final del segundo grado, al completar la escuela primaria y a los 15 años.
Trazar el camino hacia las metas deseadas requiere identificar los factores transformadores a los que le apostamos para cambiar la calidad de la educación. La evidencia internacional nos sugiere que hay dos factores claves a los que vale la pena apostarle: la inversión temprana y las políticas docentes.
Las barreras al aprendizaje surgen temprano en la vida, especialmente para los niños de hogares con menores recursos. Dadas las brechas con las que muchos niños comienzan el primer grado, la tarea de las escuelas primarias se convierte simplemente en titánica. El pre-escolar y las inversiones en desarrollo temprano pueden cumplir un rol muy importante en ayudar a cerrar esas brechas. Si bien la cobertura de estos programas ha crecido de manera significativa en la última década, todavía hay gran potencial de expandirla así como de extender su duración.
La calidad del sistema educativo está dada por la calidad del docente. Sabemos que un buen maestro hace la diferencia entre un alumno que aprende y uno que no. La pregunta es como mejorar la calidad de los docentes. Sabemos que no es simplemente una cuestión de diplomas o capacitación. La calidad comienza a manifestarse cuando logramos atraer a la docencia a jóvenes bien preparados y motivados. Y continua cuando logramos apoyarlos en sus primeros pasos al frente del aula, evaluamos su desempeño y los reconocemos por sus logros.
Una cosa es conocer el camino y otra es poder recorrerlo. ¿Qué necesitamos traer con nosotros para llegar a la meta final? Hay tres instrumentos de política esenciales para sostener el cambio: evaluación, movilización, e innovación.
América Latina debe medir rabiosamente el aprendizaje de los niños y jóvenes. Debemos participar sistemáticamente en las pruebas internacionales, garantizar la independencia de la función evaluadora y abrir las puertas al análisis independiente de los resultados.
Los gobiernos deben actuar de forma activa para generar participación de la ciudadanía para el logro de una mejor educación. Eso requiere de facilitar el acceso a la información y construir demanda por un cambio a todo nivel (familias, comunidad, empresa, sociedad civil, prensa). Hay mucho para aprender de las técnicas de mercadeo para lograrlo.
Finalmente, es imprescindible abrir las puertas a la experimentación. Hay tanto que no sabemos, y muchas sorpresas posibles. Mayor autonomía a nivel de las escuelas y las comunidades es importante para crear un clima propicio para la innovación. Y esa innovación debe ser complementada con esfuerzos por evaluarla de modo que aprendamos de sus éxitos y fracasos.