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En mi columna anterior del mes de julio sobre empresas propiedad del Estado, omití información sobre fomentar un mayor debate sobre el papel dinamizador y el impacto social de las empresas públicas. En esta dinámica de intercambios es que surge el “agujero negro” de Ancap como una herida abierta en nuestra sociedad; y la mejor forma de abordar el tema es proporcionando información adecuada en extensión y profundidad para enriquecer el debate. Sin intención de confrontar, el argumento del “agujero negro” de Ancap permite profundizar en el papel dinamizador de las empresas públicas, reafirmando que ese rol trasciende los resultados estrictamente empresariales.
El 30 de julio, en el congreso de Auder, el presidente de Ancap, Ing. Alejandro Stipanicic, informó que la empresa generó un resultado neto acumulado de 336 millones de dólares en cuatro años, mientras que el desfasaje tarifario acumulado fue de 462 millones. Esto implica que Ancap absorbió las variaciones de precio en los combustibles, transfiriendo indirectamente 462 millones de dólares a la sociedad para evitar mayores aumentos tarifarios. Esta capacidad de utilizar la “espalda” de Ancap, es posible con una empresa estatal, ya que es difícil que un agente privado asuma ese rol sin un costo financiero asociado y sin recurrir a las cláusulas del contrato para forzar una corrección tarifaria y reclamos posteriores.
En la misma intervención, se destacó que las inversiones en biocombustibles de Ancap han generado resultados económicos positivos y son clave para el desarrollo de la cadena de valor del hidrógeno. A pesar de que aún existen unidades de negocio deficitarias, sería difícil seguir sosteniendo que las inversiones de reconversión de la cadena de producción de combustibles líquidos y biocombustibles no están arrojando resultados favorables.
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