A Trump le gustan los tiranos, salvo los latinoamericanos
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Desde que hace dieciocho meses Donald Trump tomó posesión como presidente de Estados Unidos, los analistas han hablado de su aparente afinidad con los tiranos. Como escribió Thomas L. Friedman, columnista de The New York Times: “Trump […] parece preferir a los dictadores que a los aliados democráticos que tenemos en todas partes”. Esto no quiere decir, por supuesto, que Trump no tenga buenas relaciones con mandatarios democráticos, como el caso de Emmanuel Macron, el presidente de Francia.
Sin embargo, da la impresión de que el presidente estadounidense les tiene más respeto y se siente más cómodo con líderes autoritarios como Rodrigo Duterte de Filipinas, Abdulfatah el Sisi de Egipto y, claro, Vladimir Putin de Rusia. En resumen, los políticos autocráticos tienen una ventaja.
La cumbre en Singapur del 12 de junio entre Trump y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, provocó reacciones particularmente fuertes. En una entrevista reciente, la periodista rusoestadounidense Masha Gessen hizo eco de la opinión de Friedman y dijo que Trump “tiene un deseo desesperado por agradar y ser reconocido por los dictadores del mundo”. Se espera que en los próximos días, después de la reunión de hoy con Putin en Helsinki, se genere otra discusión intensa sobre la preferencia del presidente Trump por los líderes antidemocráticos.
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