Inmediatamente después de asumir, el presidente Joe Biden fijó una ambiciosa agenda y envió un mensaje claro al pueblo de los Estados Unidos y al mundo: en su gobierno, EEUU adoptaría un tono y un estilo muy distintos –y seguiría un rumbo político notablemente diferente- de los de Donald Trump.
Aunque quizás sea justificada por los trágicos sucesos en Siria, la decisión del presidente estadounidense Donald Trump de no asistir a la Cumbre de las Américas, que inicia el 13 de abril en Lima, fue desalentadora para los líderes de América Latina y el Caribe. Es probable que la perciban como la confirmación de la prolongada indiferencia de Trump hacia la región. Su discurso provocador y políticas erráticas ya han enturbiado las relaciones interamericanas y han dejado inquietos a los mandatarios del continente.
La presidenta argentina Cristina Fernández ha aumentado sus llamamientos al sentimiento nacionalista para recuperar su apoyo político interno, que ha caído desde que comenzó su segundo mandato en diciembre.
Treinta y tres de los 35 líderes de la región se espera que aparezcan en Cartagena, Colombia el sábado para participar en la VI Cumbre de las Américas. La discusión anticipada de varios de los temas más controvertidos -incluyendo el rol de Cuba en los asuntos regionales, las alternativas a las actuales estrategias antidrogas, el reclamo de Argentina sobrelas Islas Malvinas/Falkland Islands-podría hacer que esta Cumbre sea particularmente trascendental, o podría resultar, simplemente caliente y polémica.
Al principio, las autoridades de Estados Unidos se resistieron agresivamente al pedido de varios líderes de América Latina para hacer del debate sobre las drogas un tema prioritario de discusión durante la VI Cumbre de las Américas en Cartagena, entre el 14 y 15 de abril. No sin justificación.