El futuro de Venezuela
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Apoyo internacional para un dialogo nacional
Venezuela vive un momento de alto riesgo para su convivencia democrática. Conjurarlo exige un diálogo político urgente entre venezolanos. Ello no se producirá sin mediación de actores internacionales. Hasta ahora el pueblo venezolano ha tenido una actitud admirable al cifrar su esperanza en las elecciones y en el voto, a pesar del sentimiento de impotencia ante el desabastecimiento agudo de productos y servicios básicos. Seguir confiando en el camino democrático dependerá de que la ciudadanía perciba que el voto sirva para resolver sus problemas más agobiantes.
El reciente triunfo electoral de la oposición y su control de la Asamblea Nacional le ha dado fortaleza y ha generado un cierto reequilibrio de poder. Por otro lado, el gobierno se ha debilitado, pero conserva fuerza y capacidad de acción. La confrontación política se ha tornado más intensa. ¿El resultado? A medida que crezca la oposición ninguna de las partes tendrá capacidad de imponerse a la otra. Hay parálisis política, deterioro económico social y aumenta la desesperanza. Los riesgos de descontrol crecen y con ello las amenazas al sistema democrático.
En la oposición, la estrategia es revocar el mandato presidencial en 2016 para gatillar una nueva elección y cambiar gobierno. Sin embargo, la Asamblea Nacional carece de poder de ejecución y sus resoluciones son bloqueadas por el Tribunal Supremo de Justicia, que ejerce la función de Tribunal Constitucional. Si el referéndum revocatorio se verifica en 2016, como busca la oposición, habría elecciones y nuevo gobierno. Si es en 2017 se remueve al presidente, pero asume el vicepresidente, hasta el término del mandato, en 2019. En ese caso la oposición deberá resolver unida un serio dilema: si dialoga podría perder fuerza y si no dialoga podrían postergarse aún más correcciones inescapables para dar gobernabilidad. Nada aseguraría que si triunfara en las elecciones de 2018, habría condiciones para resolver los problemas económicos y sociales básicos. La clave opositora es preservar su unidad.
Seguir confiando en el camino democrático dependerá de que la ciudadanía perciba que el voto sirva para resolver sus problemas más agobiantes.
En el gobierno hay señales de evidente tensión interna. El presidente Maduro ha debido designar al jefe del Ejército (y ministro de Defensa) Vladimir Padrino López a cargo del sistema de abastecimiento. Ello ocurre en medio de un veloz deterioro económico (inflación sobre 500%, caída del PIB de cerca de 10%). El desabastecimiento generalizado provoca un alto número de protestas a diario. El dilema gubernamental es dramático: el statu quo agrava las cosas y una corrección con apertura puede desatar una avalancha. En lo inmediato, el presidente Maduro intenta postergar el referéndum revocatorio para mantenerse en el poder. ¿Y después qué? Su sustento electoral es muy bajo y la militarización del gobierno inquietante.
La batalla en torno a la fecha del referéndum revocatorio obstruye hoy toda conversación. El tiempo corre y el calendario electoral es intenso: 2016, gobernadores (el gobierno cuenta con 20 de 23 gobernaciones y tras la elección podría terminar exactamente al revés); 2017, alcaldes; 2018 presidente. Pero ¿resiste el sistema hasta entonces? ¿Cómo se gobierna el país?
Aunque las puertas parecen cerradas, dos acuerdos son inescapables para precaver un descontrol que conduzca a una intervención militar de proyección desconocida : i) ajuste fiscal y cambiario intenso, incentivos a la producción nacional, plan contundente de mitigación social, medidas para reducir la corrupción y ii) condiciones de imparcialidad para ejercer el derecho a voto y respeto a la Constitución (cambios en el Consejo Nacional Electoral, equilibrio en el Tribunal Supremo de Justicia, acceso parejo a medios de comunicación social, límite al uso de recursos públicos en campañas) y libertad de los presos políticos. Sin duda, apremia un programa efectivo de seguridad ciudadana.
Urge desplegar la mayor presión internacional para instalar un diálogo eficaz. La presencia de los ex presidentes Jose Luis Rodriguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos ha logrado, al menos, instalar la idea. La visita de un enviado de EEUU, al igual que la reciente declaración de cancilleres de Chile, Perú, Uruguay, Argentina y Paraguay advierten la preocupación creciente de otros países y la voluntad de facilitar conversaciones.
Para lograrlo es imprescindible crear una instancia con capacidad operacional. Los países de UNASUR, más la disposición positiva de EEUU, China, Cuba, la Unión Europea, como observadores, puede dar origen a fórmulas viables. Incluso algunos sugieren a las Naciones Unidas y el Vaticano.
Si la oposición gana el referéndum en 2016 o 2017, o las propias fuerzas de gobierno generan un cambio para sobrevivir ¿Es utópico imaginar un nuevo gobierno de unidad nacional que aplique un programa de emergencia 2017-2018, con otro presidente y otro vice presidente? A mi juicio no lo es.