Las decisiones [de UNASUR] requieren el consenso de todos sus miembros, algo sencillo cuando la llamada “marea roja” de líderes de izquierda barría la región, la desconfianza hacia Estados Unidos era alta y los gobiernos no tenían problemas económicos. Pero su clara identificación con la izquierda y la fijación en Washington le hicieron perder respaldos cuando la ola izquierdista remitió.