El riesgo, sin embargo, es que al impulsar la ratificación a través del Congreso —una vía más rápida y barata que organizar otro plebiscito— se profundiza la polarización en Colombia y dificulta la implementación del propio acuerdo. La alternativa era que este proceso durara más tiempo, con el riesgo de perder realmente la posibilidad de tener algún acuerdo porque habría sido inaceptable para las FARC.