La historia será mucho más amable con el desafío que planteó a Estados Unidos que con su largo gobierno de un solo hombre en Cuba, y su obstinada adhesión a un modelo económico que simplemente no funciona. Sabemos que Fidel no estaba entusiasmado con la apertura y la normalización de relaciones con EE. UU., pero con su muerte esperamos que la resistencia a este proceso, esencial para el bienestar económico del país, se debilite poco a poco.