Es probable que los manifestantes enojados en otros países interpreten el caso boliviano como evidencia de que la presión sostenida en la calle puede tener éxito en derribar gobiernos, lo que podría agregarse a un cóctel ya inflamable en Chile y otros países. Al mismo tiempo, hay una lección que aprender para otros gobiernos presos del conflicto social. El giro de los acontecimientos en Bolivia podría empujar al gobierno de Piñera en Chile a responder de manera más efectiva y presentar propuestas serias para responder las demandas de los ciudadanos.