Está claro que el secretario general [de la OEA] está frustrado por la falta de acción hemisférica en enfrentar la crisis venezolana, cada día peor. Su posición tiene méritos, dada la ruptura del orden democrático en ese país. Pero, a pesar de la creciente preocupación por parte de casi todos los miembros de la OEA por la situación venezolana, no parece que hay mucha voluntad para apoyar una medida tan extrema como la suspensión. No hay señales de que Almagro cuente con los dos tercios de votos.

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