Esta situación [en Nicaragua] presenta dos escenarios: primero, que la escalonada militar lleve al país a una guerra civil. El segundo, que esta etapa violenta sea prontamente neutralizada con la anuencia del Ejército de no intervenir. […] En el primer caso, no le conviene al Ejército entrar en una guerra civil para defender a un político con trayectoria dictatorial. Esto implica que buscará formas de eliminar el conflicto armado en el corto plazo proponiendo a algún aliado en una transición. En el segundo caso, la neutralidad del Ejército es más conveniente, porque podrá recomponer su liderazgo sin tener que recurrir a la fuerza.