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En Venezuela no se gestan las discusiones que se plantean en otras partes del mundo e, incluso, en las naciones latinoamericanas hermanas con quienes compartimos idioma, cultura y geografía.

Mientras ustedes leen estas líneas, otros países, con sus aciertos y desaciertos, discuten la calidad de su educación pública y se nos adelantan en la larga carrera hacia el desarrollo.

En la República Dominicana la sociedad civil presiona al gobierno para que se respete la norma de dedicar el 4% del PIB a la educación. En Colombia y Panamá, se han promovido iniciativas en las que la sociedad civil en conjunto con el Estado se articula con la empresa privada para promover la calidad de la educación. En Brasil y en México, se crearon las Transferencias Monetarias Condicionales a través de los programas Bolsa Familia y Oportunidades respectivamente, que entregan fondos a las familias que inscriben a sus hijos en la escuela en lugar de instarlos a trabajar. En Chile, se instaló un sistema de medición de la calidad de la educación a través del cual se evalúa el rendimiento estudiantil y se premia a los maestros efectivos.

Pero, sobre todo, Latinoamérica ha entendido que debe hacer foco en la calidad de la educación primaria y secundaria porque es el período académico en el que niños y jóvenes adquieren las competencias y destrezas básicas, que les permiten insertarse exitosamente en el mercado laboral y contribuir con la competitividad de los países. Por ello, no basta con invertir en infraestructura.

Mientras Latinoamérica se activa, en Venezuela, nuestro nivel de polarización política es tal que impide la realización de debates diáfanos en el seno de las instituciones, involucrando a los distintos factores. En educación, los padres, los estudiantes, los sindicatos de maestros, los empresarios, entre muchos otros, son dejados de lado y la escuela se transforma en un centro del quehacer ideológico.

Así, las propuestas y las ideas nuevas y transformadoras son engavetadas esperando pacientemente a que nos decidamos de una vez por todas a correr hacia el desarrollo.

Las políticas promotoras de la calidad de la educación no deben enmarcarse en un discurso ingenuo y filantrópico. Está comprobado que el crecimiento económico de los llamados “tigres asiáticos” como Corea del Sur y Singapur se debe a la implementación de políticas educativas orientadas a mejorar la calidad, acompañadas de prosperidad económica y en sincronía con el bono demográfico.

El 2012 promete ser un año de grandes cambios y deberá comenzar con la expectativa de que Venezuela puede llegar a ser un país del primer mundo.

Sin embargo, para serlo, todos los sectores deben unir esfuerzos para mejorar la calidad de la educación para que ésta sea, a su vez, del primer mundo también.

Es momento de empezar a correr y recuperar el tiempo perdido.

La autora es una estudiante de posgrado venezolana de American University en Washington, DC. Este artículo fue publicado originalmente el 13 de febrero de 2012 por Tal Cual.

Imagen es del Economist.

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