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Estados Unidos han entrado en la segunda década de la guerra más larga de su historia. La nación está cansada y, según las encuestas, con ganas de traer las tropas a casa.
Afganistán, se suponía que era la «guerra buena» -no la «guerra de elección»- como Irak.
Barack Obama , quien se convirtió en presidente en parte debido a su oposición a la guerra de Irak, apoyó la guerra en Afganistán. Allí fue donde Al Qaeda entrenó a los que atacaron a Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001.
Después de aumentar el número de tropas en 30.000 a finales de 2009, Obama anunció una retirada gradual, que se completaría a finales de 2014. La misión era entrenar a las fuerzas afganas y ayudar a estabilizar las condiciones para que ese país no pueda ser utilizado para planear nuevos atentados contra Estados Unidos o sus aliados.
Para algunos críticos, el objetivo parece «construcción nacional», una tarea imposible en una sociedad tan tribal.
Los británicos, soviéticos y otros han sido frustrados en Afganistán. A finales del siglo 20, Winston Churchill observó que esta es una tierra «donde cada hombre es un soldado».
Para tener alguna posibilidad de éxito, la misión de EE. UU. en Afganistán requiere de un socio nacional de confianza.
Sin embargo, el presidente afgano, Hamid Karzai y el gobierno de los EE. UU. han tenido una relación muy difícil y complicada.
Cualquier ocupación de un país por un período tan largo es probable que produzca muchos resentimientos entre la población local. Esa es una lección básica de la historia que no se ha aprendido.
Los críticos dicen que la aventura de EE. UU. ha sido una pérdida de vidas, dinero y esfuerzo. Otros, sin embargo, han señalado algunas mejoras en la capacidad de las fuerzas afganas en algunas partes del país. Culpan a Obama por no difundir la buena noticia.
¿Por cuánto tiempo podrá sostenerse el frágil progreso cuando las tropas de combate de EE. UU. se vayan?
Esa es otra incógnita. Los EE. UU. no se quedan -los talibanes están en su propio país, después de todo-.
Los acontecimientos recientes han intensificado las dudas sobre la misión de EE. UU. y han incrementado la presión pública para una rápida salida de Afganistán.
El sargento estadounidense Robert Bales ha sido acusado de una horrible atrocidad -el asesinato de 17 inocentes- en dos aldeas afganas. Antes de eso, soldados estadounidenses fueron muertos como reacción a la quema de ejemplares del Corán por personal militar.
No hay buenas opciones de Estados Unidos en Afganistán. Obama ha sido ambivalente, pero ha tratado de seguir un curso progresivo y responsable. Los candidatos presidenciales republicanos no cuentan con alternativas viables.
Osama bin Laden está muerto, y Al-Qaeda y los talibanes se han debilitado. Después de dos guerras, eso puede ser suficiente para una nación agotada.