En América Latina, los llamados “outsiders” con agendas anti-sistema o anti-establishment – desde Alberto Fujimori en Perú hasta Hugo Chávez en Venezuela, Nayib Bukele en El Salvador, Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil – han tenido un fuerte impacto en el Estado de derecho tras asumir el poder.
Si bien la candidatura de Javier Milei en Argentina deja en evidencia los riesgos continuos para la democracia asociados con este tipo de liderazgo, el accidentado camino de Bernardo Arévalo hacia la presidencia de Guatemala ofrece una alternativa. El recorrido de Arévalo demuestra que es posible desafiar el status quo sin socavar el Estado de derecho. Si asume la presidencia el 14 de enero, podría comenzar a restaurar las instituciones democráticas de Guatemala, aportando aire fresco a una región donde el retroceso democrático se ha convertido en la norma.
Arévalo se postuló prometiendo combatir la corrupción y fortalecer las instituciones democráticas en un contexto de intentos deliberados por parte de quienes ejercen el poder de manipular el resultado electoral. Llegó a la segunda vuelta el 20 de agosto probablemente porque ninguna encuesta esperaba que ganara en las elecciones de junio. De lo contrario, habría sido descalificado, como sucedió con los demás candidatos que desafiaron el status quo y se asomaron en las encuestas. Su sorprendente victoria ofreció a los guatemaltecos una opción genuina para votar por su candidato preferido en lugar de hacerlo en contra de alguien o conformarse con “el menos malo.” Esto es bastante excepcional en América Latina. […]