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Si todos los países del mundo cumplieran las promesas de mitigación individuales que hicieron bajo el Acuerdo de París, estos logros no alcanzarían para cumplir la meta de mantener la temperatura global a menos de 1.5 grados comparado con temperaturas preindustriales. Junto con China, Rusia, y la Unión Europea, Estados Unidos emite más del 60 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, y según distintos estudios tiene una mayor responsabilidad en ayudar a combatir el cambio climático. Sin embargo, los resultados de la presidencia de Joe Biden han sido decepcionantes, en gran parte por la oposición que enfrenta en el Congreso. El demócrata más conservador en el Senado, Joe Manchin, utilizó su influencia para desmantelar el proyecto de ley Build Back Better (BBB), que habría apoyado, entre varias medidas de gasto social, proyectos de mitigación y adaptación al cambio climático. La oposición de Biden no se limita al Congreso. A mediados de 2022, la Suprema Corte, con mayoría conservadora, dictaminó que el Poder Ejecutivo no tenía jurisdicción sobre asuntos relacionados con reducción de carbono en plantas generadoras de electricidad con carbón y gas natural. Ante este escenario, ¿es razonable esperar que Estados Unidos tenga un protagonismo o incremente sus compromisos de acción climática durante la COP27 en Sharm el-Sheikh? ¿Qué herramientas le quedan en su política doméstica que reflejen un renovado y ambicioso compromiso internacional?
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