Mientras los políticos siguen con sus pleitos, protegiendo sus terrenos, salvaguardando sus intereses económicos, expandiendo sus redes clientelistas, o hacerse la vista gorda de la impunidad jurídica, los Guatemaltecos siguen en las mismas, con ingresos similares a los de hace cinco años, en donde una ola migratoria sin parar como método para mitigar su malestar. Parece ser que los tomadores de decisiones ignoran estas realidades. En un país con ingresos promedios a US$250 mensuales no se puede gozar de las oportunidades que la sociedad moderna ofrece. Y la mayoría de los Guatemaltecos viven con esos ingresos y no les da.
Hay que tomar en serio la migración y las realidades que la hacen posible porque la salida de personas, sin respuestas sólidas y comprometidas con el progreso social, no solo continuará, pero no hará mejorar al país, aun y con las remesas que entran. Es imperativo conocer la magnitud del problema migratorio, los riesgos y las consecuencias de una continuidad y empeoramiento socioeconómico. A lo mínimo se requiere dimensionar lo que ocurre en Guatemala como el primer orden del día.
Entre pensar en irse y decidir por irse: Uno de diez hogares guatemaltecos ha pensado en irse del país en los últimos diez años. En 2019 era 14 por ciento de los hogares, y este año 10 por ciento, pero ante el continuo crecimiento demográfico, mientras 50 por ciento de esos con la intención a migrar salió del país en el 2019, este año, 70 por ciento de esos hogares con la intención a irse terminó yéndose: estos son más 320,000 guatemaltecos a Estados Unidos nada más.
Descontando los menores de edad, que son 30 por ciento del total que emigra, este número es casi idéntico al incremento anual de la fuerza laboral este año. Y los chicos que salen, entre ellos 60,000 que llegaron a la frontera con Estados Unidos solos, representan una cifra similar al aumento anual de la matrícula escolar, la cual ha venido en declive desde 2018.
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