La economía nicaragüense estará creciendo en 4 por ciento este 2022 con un ritmo rezagado y apegado a la realidad de una sociedad en dictadura. Este crecimiento está divorciado de cualquier recuperación económica en beneficio de los nicaragüenses: éstos perciben menos ingresos, pagan más impuestos, son expulsados de su país, sus negocios extorsionados y el clientelismo es financiado con préstamos internacionales. Principalmente el crecimiento económico del país se atribuye al aumento en más de 30 por ciento de las remesas de familiares, a la inversión pública oxigenada por préstamos internacionales y a un gasto de gobierno apoyado en la extorsión tributaria.
Los indicadores macroeconómicos muestran tres factores de crecimiento, uno es el gasto público, otro es el consumo y el tercero es la inversión pública. Ni el comercio exterior, la inversión privada, ni las reservas han tenido un efecto sobre el crecimiento este año. El crecimiento en el consumo se atribuye a la contribución de las remesas al consumo privado. El consumo personal, excluyendo la entrada de remesas, fue prácticamente mínimo en relación con 2021. Esta tendencia tiene sentido dado que la informalidad en el país creció frente a la carestía de buenos empleos y bien pagados: los salarios han decaído en más del 15 por ciento desde 2018.
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