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Entre otros aspectos señaló los graves problemas que enfrenta la región en materia de educación y la brecha de cinco años de escolaridad que existe con los países asiáticos mejor posicionados en las pruebas PISA. El director de educación de Diálogo Interamericano dijo a El País que el primer paso hacia una gran reforma “es asumir que los resultados son escandalosos”.
—Casi todos los países de América Latina han tomado medidas para mejorar sus resultados en educación. Esas medidas, ¿van en la dirección correcta?
—Reconocer que hay un problema es el primer paso. Si no hay conciencia de que las cosas están mal no habrá forma de resolverlas. Todavía quedan países en los que hay mucha resistencia a aceptar que tenemos un grave problema con los aprendizajes. Nos hemos felicitado porque aumentó el gasto en educación o porque hay más niños en las escuelas, pero hay sectores que se resisten a ver que las cosas no están bien.
—Las pruebas PISA y otras de nivel internacional suelen ser descalificadas por diversos actores de la educación. En Uruguay incluso se ha llegado a promover que no participe más de dicha prueba. En el documento destacan el valor de las evaluaciones para definir políticas. ¿Qué opina sobre las críticas que reciben?
—En la región hay una tendencia fuerte a criticar PISA. Se dice que la prueba está mal, que es reduccionista, etc. La negación suele ser el primer reflejo frente a un problema. Creo que hay sociedades que no entienden aún la gravedad de la situación. Hace falta un gran liderazgo para convencer porque las reformas deben hacerse con docentes, padres, alumnos. Hay que lograr que esos actores se comporten de otra manera. Un docente alemán me contaba que cuando en el año 2002 se publicaron los resultados PISA en los que Alemania salió mal parada, se produjo un shock social que generó un profundo proceso de cambio en ese país. Eso es lo que necesita América Latina, asumir que los resultados son un escándalo y un liderazgo que admita que es inaceptable continuar así.