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Los esfuerzos por reformar los colegios norteamericanos no son precisamente una novedad. Cuando en 1957 la Unión Soviética envió al Sputnik alrededor del globo terrestre, el Congreso Norteamericano dirigió su mirada a las escuelas para recobrar lo que creíamos tener: el liderazgo en el espacio. El movimiento de reforma currícular de los años sesenta estuvo destinado, en parte, a ayudarnos a recobrar la superioridad tecnológica durante la Guerra Fría. En el decenio de los setenta, “la responsabilización” se convirtió en el concepto principal alrededor del cual giraron los esfuerzos en reforma educativa. Si tan sólo se pudieran identificar los resultados esperados de la enseñanza e idear maneras de describir su presencia, los administradores de las escuelas y los profesores podrían ser responsabilizados por la calidad de su trabajo.