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Si la pandemia lo permite, el viernes 20 de marzo se elegirá al nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), una institución regional que integran todos los países de América Latina y el Caribe (salvo Cuba), Estados Unidos y Canadá. La institución nació como un instrumento de la política exterior de EE.UU. en la Guerra Fría (su sede está a pocas cuadras del Departamento de Estado en Washington), pero cuenta con espacios autónomos importantes como la Comisión y la Corte de Derechos Humanos, y con un mecanismo de observación electoral reconocido. Ahora, la elección del secretario general tiene lugar en un escenario regional muy complejo, centrado en el desastre venezolano. Hasta hace poco había tres candidaturas, pero sólo dos quedan en carrera.
Las candidaturas
El actual secretario general, el uruguayo Luis Almagro, aspira a la reelección. A pesar de sus orígenes de izquierda (fue ministro de Relaciones Exteriores de José Pepe Mujica), Almagro se convirtió tras su incorporación como secretario general en 2015 Almagro en un crítico feroz de la dictadura de Nicolás Maduro. En línea con los halcones de la Administración Trump y de la oposición venezolana, apoya sanciones cada vez más duras sobre la economía y pide no descartar ninguna posibilidad para sacar a Maduro del poder; incluyendo una intervención militar. No sorprende, por tanto, que la Casa Blanca sea la principal impulsora de su reelección, que también cuenta con el apoyo de Brasil, Colombia y otros países gobernados por la derecha y el centro-derecha.
La única rival de Almagro será la ecuatoriana María Fernanda Espinosa, quien fue ministra de Rafael Correa y Lenín Moreno y luego, entre 2018 y 2019, presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Apoyada por algunos países caribeños que se sintieron maltratados por Almagro y tienen buen trato con Caracas, Espinosa propone sacar a Venezuela del centro de la agenda y se niega a calificar a Maduro de dictador. Su candidatura tiene el apoyo del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (México) y de la Argentina de Alberto Fernández, pero poco más. Sería exagerado calificar a Espinosa de bolivariana (ni siquiera Correa la apoya), pero su elección sería leída como una victoria diplomática para Maduro, porque aliviaría su aislamiento.
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