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Desde los años ’70, un considerable número de países han realizado esfuerzos por la descentralización educacional. Buscando mejorar los servicios administrativos, aumentar la calidad de la educación, compartir el poder con la ciudadanía local y acelerar el ritmo de desarrollo nacional, este verdadero movimiento mundial se basa en una premisa básica: las decisiones educacionales tomadas a nivel local son más rápidas, informadas, flexibles y sensibles a las necesidades específicas que las tomadas en la capital. La experiencia demuestra que una estrategia de descentralización eficaz requiere de un equilibrado acuerdo de poder compartido entre el centro, que establece las políticas, y la periferia, que las aplica.