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Si mejorar la calidad de la educación pública es siempre un desafío, hacerlo en distritos escolares que, comparados con el nivel nacional, presentan un importante rezago en los logros y cuentan con altos niveles de pobreza, es un reto aun mayor. Este ha sido el contexto de las reformas que han emprendido en las últimas décadas en Estados Unidos los sistemas de educación pública de Chicago (Illinois) y de Boston (Massachusetts). Ambas experiencias constituyen un ejemplo de aplicación de políticas educativas que han podido desarrollarse en ciudades de gran tamaño en forma estable y durante un tiempo inusualmente extendido, manteniendo su foco y continuidad en la mejoría de la enseñanza y el aprendizaje. Se abordan a continuación dos énfasis comunes de estos casos: mejorar el liderazgo escolar con programas específicos para los directores de escuelas y abrir más oportunidades al perfeccionamiento de los docentes.