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Si bien la Ley Renacer es un mandato del Congreso sobre una política sobre Nicaragua, no parece haber voluntad de parte de la Administración Biden para asumirla, incluso a pesar de que Biden hizo la promoción de la democracia una prioridad. La Administración Biden declaró un objetivo clave de política exterior elevar el compromiso diplomático y la asistencia exterior para proteger y promover los valores y alianzas democráticas. También se comprometió a aumentar en 5 por ciento la confianza y la defensa de la democracia para 2026. Sin embargo, frente a la radicalización y a un mayor distanciamiento del régimen de Ortega en la dirección opuesta a la democracia, la posición de la Administración muestra una inconsistencia en su compromiso con la democracia. No hay duda de la solidaridad y el sentimiento de cambio, pero no existe una acción proporcional ante el problema.
Estados Unidos no ha realizado gestos diplomáticos sustanciales de protesta y defensa de la democracia. Más allá de las declaraciones en Twitter, no ha defendido los ataques de Ortega y Murillo a funcionarios de política exterior estadounidense, ni ha protestado por la ausencia de un embajador en Nicaragua (ni defendido las razones legítimas que el nominado propuso como política hacia este país); más bien ha reducido la presión material (como sanciones y asistencia exterior), su compromiso multilateral ha sido limitado y no considera nuevas acciones a pesar del daño causado, y a pesar de las continuas y flagrantes violaciones de Nicaragua en sus las relaciones bilaterales y multilaterales con los Estados Unidos.
La realidad es que Ortega y Murillo se han embarcado en una versión tropicalizada de los talibanes en Nicaragua, restringiendo la libertad religiosa, estableciendo su propio credo, prohibiendo la sociedad civil, confiscando propiedades y persiguiendo a todos los ciudadanos. Ortega en Nicaragua es Venezuela cuando Chávez estaba vivo, presentándose como el mesías de las Américas, preparando su legado antes de su muerte y montando la mesa para Murillo. Las políticas adoptadas hoy día son una copia del fiasco de Venezuela antes de 2016 pero acelerando algunos elementos, mientras prolonga otros como el cambio de política monetaria porque tienen algo que Chávez y Maduro no tenían hasta hace muy poco: las remesas familiares. Pero Nicaragua no va por buen camino, y Venezuela es el presagio.
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