Continúan las tensiones en las instituciones interamericanas. A la disputa por la Presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se sumó un conflicto entre el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Aunque ambos casos son muy distintos, expresan una realidad preocupante: la creciente polarización que afecta a organismos fundamentales para América Latina y el Caribe.
La CIDH (integrada por siete miembros independientes) es parte del sistema interamericano de derechos humanos. Su misión es monitorear la situación de éstos en todo el continente, emitir informes y recomendar medidas de protección. Este trabajo es fundamental porque visibiliza abusos, da voz a las víctimas y presiona a los gobiernos para que cumplan con sus obligaciones derivadas de los tratados de derechos humanos. Aunque formalmente es parte de la OEA, la Comisión es autónoma.
En el centro de la disputa está la elección del secretario ejecutivo de la CIDH, principal funcionario administrativo y técnico de la Comisión. Según sus estatutos, la designación le corresponde al secretario general de la OEA, pero la CIDH le remite el nombre a designar. Así sucede desde 1959, cuando se creó la Comisión. En 2016, seleccionó al brasileño Paulo Abrao como secretario ejecutivo y Almagro confirmó la designación. En enero pasado, la CIDH decidió renovar a Abrao para un nuevo mandato de cuatro años.
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